Mittwoch, 21. Dezember 2011

Café colombiano:todo está cambiando (23.03.2011)

Lunes, 21 de Marzo de 2011 00:25
Por encontrárlo de sumo interés para nuestros lectores y personas allegadas al tema cafetero,me permito publicar un artículo de la revista razón publica,sobre la necesidad de efectuar una reingeniería al tema del café en colombia.Es para mí muy impotante por que está de acuerdo
con mí tésis de que se debe imponer la calidad de nuestro café colombiano,sobre la ofertas de otros cafés de menor calidad.y así poder lograr unos mejores precios para nuestro caficultor.Es decir cuando
en colombia le demos un mayor valor agregado al café,y vendamos menos de nuestro café en verde al exterior,lograremos unas mejores utilidades para nuestros campesinos y la cadena del café será mas
competitiva. Debo advertir que este es un escrito del dr.Gabriel Rosas Vega.Exministro de agricultura de colombia y persona de una gran autoridad en los temas agrícolas.
Los cambios en el tamaño de las fincas, en la concentración de la propiedad sobre la tierra, en la distribución geográfica del cultivo, en la cultura, en el clima y en los mercados deberían llevarnos a replantear las estrategias de producción y de comercialización, aprovechando además las nuevas fuentes de demanda mundial.


Caída en la producción
La caída de la producción en 2009 y 2010 ha vuelto a poner sobre el tapete la cuestión cafetera, dado el interrogante que se plantea sobre el futuro de este cultivo, otrora insignia de la agricultura colombiana.
Mientras para unos es un problema coyuntural, pues las alteraciones del clima, el elevado costo de algunos insumos y la reaparición de ciertas plagas así lo hacen ver, para otros la cuestión es mucho más compleja, puesto que, aparte de considerar muy débil el argumento de transitoriedad, en el contexto actual están obrando cambios iniciados hace ya años juntamente con hechos coyunturales.

Fincas y explotaciones más pequeñas
De acuerdo con la información recaudada en la Encuesta Nacional Cafetera 1993-1997 (ENC), la recomposición en la distribución por grupos de tamaño, asociado con la disminución de la superficie cultivada, más el aumento del número de productores, llevó a una reducción del tamaño de las fincas cafeteras y a una menor participación del café como proporción del área total de los predios.
En la actualidad el área promedio de las fincas de la zona cafetera es de 6,4 hectáreas, con una superficie destinada al cultivo de alrededor del 24 por ciento y un grado de especialización, con relación al área de uso agropecuario, de 37 por ciento.
La producción cafetera es hoy, en gran medida, una actividad de pequeños cultivadores. El aumento de la pequeña propiedad, tal como aconteció en la mayoría de los países en vías de desarrollo, puede obedecer a cierta racionalidad económica, o por el contrario ser consecuencia de la combinación de imperfecciones en los mercados rurales [1].
Los datos muestran que al mismo tiempo que el área total de la zona cafetera pasaba de 4,4 millones de hectáreas en 1970 a 3,6 millones en 1997, el área sembrada en café se reducía de 1,05 millones de hectáreas a 869 mil.
En forma paralela, en el mismo período, el número de fincas aumentó de manera sorprendente, al pasar de 297 mil en 1970 a 668 mil en 1997. Por tanto, el tamaño medio de las fincas cafeteras pasó de 14,8 a sólo 5 hectáreas, mientras que el de los cafetales se redujo de 3,5 a 1,3 hectáreas. En la actualidad la mayor parte de los caficultores son propietarios de pequeñas unidades y de plantaciones de café aún más pequeñas.

Propiedad más concentrada
De acuerdo con los datos calculados para 1970 y para 1993-1997 (es la información más reciente) el coeficiente de concentración de las fincas cafeteras aumentó en 31 milésimas, de 0,722 a 0,754 [2]. Esto muestra la tendencia hacia una mayor concentración de la propiedad y por tanto, una ampliación de la brecha entre pequeños y grandes propietarios. En este mismo sentido vale destacara dos hechos importantes:
  • Primero, que las fincas más pequeñas son excesivamente dependientes del café, al ser éste el cultivo predominante y, por tanto, son más vulnerables ante fluctuaciones en los precios.
  • Segundo, que al margen de algunas diferencias regionales, el concepto de finca cafetera en los predios más grandes debe entenderse como el de una empresa donde el café apenas representa una parte de la renta total anual.
La nueva geografía
A diferencia de lo que ocurría durante los setenta, cuando la participación de la economía campesina en el cultivo del café era reducida y decreciente, la Encuesta Nacional Cafetera (ENC) mostró que durante las últimas tres décadas la caficultura evolucionó hacia la pequeña propiedad [3].
La caficultura de hoy, insisto, es una actividad de pequeños productores caracterizados, en su mayoría, por depender casi exclusivamente del café, vivir bajo condiciones bastante precarias y con niveles de educación y salud, por debajo de los que cabría esperar de un sector que ha destinado recursos importantes al mejoramiento de la calidad de vida de sus productores.
La atomización de unidades, sumada a la incapacidad del resto de la economía de ofrecer oportunidades en otras actividades, más el efecto de las bajas cotizaciones de café en el exterior -en el momento actual la cotización es excepcional y atípica- han sido un obstáculo para que un gran número de productores alcance el ingreso adecuado. No es de extrañar entonces que en el mapa cafetero los pequeños cultivadores de Nariño, Cauca, Huila y Tolima se hayan colocado en la primera línea de los productores de café en Colombia y que de ellos dependa en buena parte la suerte de la industria.

Habrá que distinguir
La gran heterogeneidad que existe entre los diferentes actores, impone la obligación de diseñar programas específicos y diferenciados que contribuyan a superar las fallas o insuficiencias que presentan los mercados en el ámbito rural.
Esto quiere decir que las políticas públicas no pueden ser homogéneas ni de tipo general para la caficultura, sino que es preciso incorporar la regionalización para poder enfrentar las dificultades.

Cambio climático y cambios culturales
De acuerdo con los dirigentes gremiales, la caída en la producción ha sido el resultado de la reducción de la productividad de los cafetales debida a una combinación de excesos de lluvias y la menor aplicación de fertilizantes debido a su alto costo. Como factor adicional, anotan, el aumento de la infestación por roya -plaga que prácticamente había desaparecido- en las zonas sembradas con variedades poco resistentes - en unas 300.000 hectáreas.
Si bien los argumentos esgrimidos no son desechables, más si se confrontan con la actual ola invernal, de todas maneras su debilidad permite abrir signos de interrogación sobre qué tan estructural resulta hoy la caída en la producción. Por ejemplo, en el caso del exceso de lluvias, fácilmente puede alegarse que el fenómeno de la Niña es transitorio y, por tanto, no repetible en el corto plazo. Sin embargo, hay que tener en cuenta el hecho de que el cambio climático es una realidad y está produciendo ya sus efectos en todos los escenarios del mundo. El calentamiento global tendrá un fuerte impacto en las zonas cafeteras colombianas.
Según un estudio elaborado por el Centro Interamericano de Agricultura Tropical (CIAT) y la agencia de cooperación técnica alemana (GTZ) [4], es necesario considerar los efectos del cambio climático sobre el cultivo, que van desde una reducción del tiempo de maduración, lo cual afectaría su calidad, hasta una reducción de las zonas aptas para el cultivo.
En consecuencia, si estas consideraciones resultan acertadas, el impacto del clima sobre el café no puede ser visto como un tema coyuntural, sino estructural, pues constituiría una seria amenaza de largo plazo sobre la estabilidad y la calidad de la oferta.
A su turno, la caída en el uso de fertilizantes en un cultivo de tanta tradición no puede obedecer sólo a unos precios desfavorables, porque igual argumento podrían esgrimir otros agricultores productores de bienes diferentes que tienen que utilizar este insumo. Tal como lo anota la Revista Dinero, el fenómeno debe tener mucho que ver con cambios en las prácticas en la fincas y en la propia cultura del cultivo.
Cabe ahora preguntarse si la reducción del tamaño de la finca representa cambios positivos en el plano agrícola, como resultado de una caficultura más intensiva, cuya área se reduce en proporción con el aumento de la productividad, o si muestra simplemente un descenso en el grado de actividad del sector.
Lo mismo ocurre con la aparición de la roya. Esta plaga, que llegó a ser una amenaza, había sido prácticamente desterrada, pero ha resucitado. ¿Por qué? La respuesta parece obvia: eso sólo puede pasar en una situación de deterioro de las prácticas de cultivo en el largo plazo y no se puede entender como un problema coyuntural. Las variedades caturra y Colombia fueron resistentes a la infestación durante un largo período; de la noche a la mañana resultaron ineficaces por el envejecimiento de los cafetales, según la opinión de los dirigentes cafeteros. Entonces, aquí cabe preguntar ¿qué pasa con la investigación y la variedad Castilla?
Sin duda el descuido de los cultivos refleja un deterioro en el manejo de las fincas y este aspecto tiene que ver con una amplia variedad de factores sociológicos, incluyendo la edad de los cultivadores y la falta de motivación en los jóvenes para asumir el liderazgo en las parcelas de sus padres. Este tampoco es un fenómeno coyuntural.
Anticipando algunas reflexiones sobre el particular, es factible decir que el bajo capital humano caracteriza a la gran mayoría de los productores agropecuarios de Colombia. El grado de educación más generalizado es el básico (83.4 por ciento) y los productores con grados medio, técnico y profesional son la excepción. Naturalmente de esto no escapa la población cafetera hoy fragmentada en pequeñas unidades productoras y atendidas por una población envejecida.

Cambia también el mercado
Saben bien quienes estudian la economía nacional que como la industria cafetera fue durante la mayor parte del siglo pasado un sector líder, su desarrollo no fue ajeno a la influencia de los paradigmas imperantes.
En décadas pasadas imperó la teoría que calificaba la participación de mercado como la variable comercial de mayor significación y la estrategia de incrementarla como de puro sentido común. Se justificaba invertir en la "compra de participación de mercado". Implícita en la argumentación estaba la naturaleza dinámica y rentable del mercado.
La creencia de que incrementar la participación de mercado siempre era conveniente, continuó aplicándose en los primeros años del mercado libre, en la década de los ochenta. De allí, la preocupación y el desencanto cuando Colombia pasó del segundo al tercer lugar en el escalafón de los productores de café -ahora al parecer, ya cayó al cuarto lugar.
Pero como el mundo no es estático, el concepto de participación cedió su posición de teoría dominante al de segmentación del mercado. Se planteó que, aunque los mercados fueran maduros y los productos aparentemente no diferenciales, siempre era posible identificar segmentos o nichos con requerimientos especiales que exigían ser tratados como mercados diferentes.
No parece fuera de lugar indicar que estas acotaciones tienen aplicación en el caso del café. Todos los estudios sobre mercado son unánimes en señalar que el consumo del grano no aumenta en forma acelerada y, por tanto, no se está incrementando la "porción de estómago" que satisface. Así las cosas, es posible pensar que en los segmentos más dinámicos tiene sentido aumentar la presencia con los cafés especiales que esos sectores requieren.
¿Estará la ventaja competitiva del café colombiano no en el suministro estable de una calidad genérica a bajo precio, sino en la diversidad de calidades que satisfacen los requerimientos de distintos segmentos con diferentes precios? Eso implica reconocer que la calidad no es un atributo que definen los productores, sino una prerrogativa de los clientes. Calidad es la característica del producto y del servicio que el cliente identifica como la que satisface sus requerimientos.
¿Acaso la diversidad de los cafés colombianos, con los que ganó su reconocimiento universal como productor de cafés suaves -hay que recordar la clasificación Armenia, Manizales, Medellín- no son al fin de cuentas la respuesta adecuada a los requerimientos de los segmentos de cafés especiales?
Las consideraciones anteriores señalan en forma inequívoca la presencia de un cambio de grandes proporciones en el entorno. En estos días cuando las reestructuraciones industriales, las reingenierías de los procesos y hasta los reinventos de los gobiernos están en boga, no parece atrevido pensar que la caficultura colombiana debe reinventarse.

Notas de pie de página

[1] García, Julián. En "Ensayos de Economía Cafetera", Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, 2003.
[2] Según varios analistas, el cambio de una centésima en el coeficiente de Gini no puede ignorarse ni pasar desapercibido.
[3] García, Julián. En "Ensayos de Economía Cafetera", Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, 2003.


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